2017. La función de la crítica de Terry Eagleton
Enlace:La función de la crítica
PREFACIO
La mejor manera de describir el impulso al que obedece este libro quizá sea imaginar el momento en que un crítico, sentado ante su mesa para comenzar un estudio sobre algún tema o autor, se ve de repente asaltado por una serie de inquietantes cuestiones. ¿Qué propósito tiene el estudio? ¿A quién pretende llegar, influir, impresionar? ¿Qué funciones atribuye la sociedad en su conjunto a tal acto crítico? Un crítico puede escribir con convicción siempre y cuando la propia institución crítica no se vea como algo problemático. Una vez que esa institución se pone en cuestión de manera radical, cabría esperar que los actos individuales de crítica se tornen problemáticos y se autocuestionen. El hecho de que tales actos sigan produciéndose hoy en día, aparentemente con su tradicional confianza en sí mismos intacta, es sin lugar a dudas una señal de que la crisis de la institución crítica o no ha sido lo bastante profunda o se está esquivando activamente.
La tesis de este libro es que hoy en día la crítica carece de toda función social sustantiva. O es parte de la división de relaciones públicas de la industria literaria, o es un asunto privativo del mundo académico. Que esto no ha sido siempre así, y que ni siquiera hoy tenga por qué ser así, es que intento demostrar realizando un recorrido drásticamente selectivo por la institución de la crítica en Inglaterra desde principios del siglo XVIII. El concepto conductor de este breve estudio es el de la «esfera pública», elaborada por primera vez por jürgen Habermas en su Structural Transformation ofthe Public Sphere (t 962). Este concepto no ha estado en modo alguno exento de polémica, pues se mueve con indecisión entre el modelo ideal y la descripción histórica, adolece de graves problemas de periodización histórica y en la propia obra de Habermas no es fácilmente disociable de una cierta visión del socialismo que es profundamente cuestionable. La «esfera pública» es una noción que resulta difícil de aislar de connotaciones nostálgicas e idealizadoras; como la «sociedad orgánica», a veces parece que haya estado desintegrándose desde su nacimiento. No obstante, no es mi intención aquí entrar en estas argumentaciones teóricas; me interesa más destacar algunos aspectos del concepto, de forma flexible y oportunista, para verter luz sobre una historia panicular. Huelga decir que este análisis histórico no es en modo alguno desinteresado políticamente: esta historia la analizo como una forma de suscitar la cuestión de cuáles son las funciones sociales sustantivas que la crítica podría realizar una vez más en nuestra propia época, más allá de su función crucial de mantener desde dentro del mundo académico una crítica de la cultura de la clase dirigente.
Quiero dejar constancia de mi gratitud a Perry Anderson, John Barrell, Neil Belton, Norman Felres, Toril Moi, Francis Mulhern, Graham Pechey y Bernard Sharratt, por su valiosa colaboración en esta obra. También estoy profundamente agradecido por la cordialidad y el compañerismo de Terry Collits y David Bennett de la Universidad de Melbourne, en cuya compañía ensayé por primera vez algunas de estas ideas.
La tesis de este libro es que hoy en día la crítica carece de toda función social sustantiva. O es parte de la división de relaciones públicas de la industria literaria, o es un asunto privativo del mundo académico. Que esto no ha sido siempre así, y que ni siquiera hoy tenga por qué ser así, es que intento demostrar realizando un recorrido drásticamente selectivo por la institución de la crítica en Inglaterra desde principios del siglo XVIII. El concepto conductor de este breve estudio es el de la «esfera pública», elaborada por primera vez por jürgen Habermas en su Structural Transformation ofthe Public Sphere (t 962). Este concepto no ha estado en modo alguno exento de polémica, pues se mueve con indecisión entre el modelo ideal y la descripción histórica, adolece de graves problemas de periodización histórica y en la propia obra de Habermas no es fácilmente disociable de una cierta visión del socialismo que es profundamente cuestionable. La «esfera pública» es una noción que resulta difícil de aislar de connotaciones nostálgicas e idealizadoras; como la «sociedad orgánica», a veces parece que haya estado desintegrándose desde su nacimiento. No obstante, no es mi intención aquí entrar en estas argumentaciones teóricas; me interesa más destacar algunos aspectos del concepto, de forma flexible y oportunista, para verter luz sobre una historia panicular. Huelga decir que este análisis histórico no es en modo alguno desinteresado políticamente: esta historia la analizo como una forma de suscitar la cuestión de cuáles son las funciones sociales sustantivas que la crítica podría realizar una vez más en nuestra propia época, más allá de su función crucial de mantener desde dentro del mundo académico una crítica de la cultura de la clase dirigente.
Quiero dejar constancia de mi gratitud a Perry Anderson, John Barrell, Neil Belton, Norman Felres, Toril Moi, Francis Mulhern, Graham Pechey y Bernard Sharratt, por su valiosa colaboración en esta obra. También estoy profundamente agradecido por la cordialidad y el compañerismo de Terry Collits y David Bennett de la Universidad de Melbourne, en cuya compañía ensayé por primera vez algunas de estas ideas.
T. E.
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